viernes, 9 de marzo de 2012

Damnatus aeternum finita

Condenado a la eternidad finita

Periplo tedioso en demasía
tinieblas y brumas lóbregas,
nieblan nutridas sendas perdidas
ninguna lleva a ninguna parte
¿Para qué aventurarse?

Ningún indicio de vida,
verdor floral
Murmullos que hastían,
suenan lejanos
como ese verano perdido
en el que ese sonido era
un deleite musical.

Cardos, plantas sombrías
que hieren y pinchan
agravan tu angustia.
Todo se deshace en tus manos
para convertirse en humo, en nada.

Ni siquiera se les permite llorar,
a los desdichados,
condenados a esta maldición.
¡Qué cruel tortura!
Desesperación, ahogo
que nunca se alivia
por este mal que nunca sale.
No existe tregua para este reo
que muere por vivir
en su larga condena.

Tristeza, qué alegría para aquéllos
a los que se les niega sentir,
Tristeza, maldecida por aquéllos faustos
que abrazan la vida,
como un regalo precioso.
Tristeza, tan bienvenida ahora
¡Lágrimas auxilio!
Qué poco escuchan,
que solamente brotan al recordar
como fue la travesía
a través de esos bucólicos paisajes,
de abundancia llena
de calor y color
Luz
Belleza y sentimientos.
Pasado tan remoto ya.
!Qué placer de sensaciones¡
fragancias de música
armonía celeste.


Una niebla en mi mente
ciega mis recuerdos.
¿He de alegrarme?
o correr hasta el final,
desdicharme por entrever
estas imágenes borrosas
de un pasado muy cierto
al que no existe retorno alguno.


¿He de olvidar todo esto?
¿Para concebir lo que ahora contemplo
como bello?
¿Para percibir lo que ahora siento
como intenso?

Craso error, aunque efímero
su deuda, eternamente pagada
¿Por qué volví la vista atrás?
Todo era una armonía
de dolor y placer.
¿Por qué fui condenado
a verte desaparecer ante mis ojos
implorantes, impotentes
por este pecado tan ínfimo?


Nadie a quien culpar,
Nadie a quien implorar,
sólo yo, solo.
Imposible aceptar,
este purgatorio de apatía
ni cielo ni infierno
existen en mí,


Sólo una oportunidad perdida,
no hay camino de retorno.


Nadie a quien culpar,
sólo los caprichos del ciego azar
que condena y bendice ciegamente
toca con sus manos frías,
huesudas, sin rastro de vida
Rostro vacío
de albedrío y sentido dejusticia.

Condenado a una eternidad
de desdicha, confusión,
 desolación sombría.
Hasta que no quede nada,
sólo yo al final del camino.
Mirando atrás sin ver nada,
sólo nubes grises
sombras y polvo.