lunes, 17 de julio de 2017

El petirojo

Estaba el petirrojo pegando saltitos sobre la valla de madera como si nada, como si la discusión no fuera con él. Sabía que todas las historias sobre el color de sus plumas no eran más que fábulas sin mayor sentido que el que ellos querían imprimirle interesadamente. Ese plumaje anaranjado había ido creciendo con él y ahora le recordaba que ya era un adulto. Observaba a menudo los quehaceres de los humanos y le parecían fútiles menesteres sin ningún interés. No entendía el porqué de tanta adrenalina, tanta serotonina, tanta oxitocina. ¿Para qué tanta química cerebral, tanta euforia, tantas lágrimas, tantas cuestas arriba para después volver a bajar? ¿Para qué tomar tantas curvas para llegar al mismo final? ¿Qué utilidad tiene esa conciencia superior, más que para maravillarse de sí mismos? Al fin y al cabo acaban haciendo lo mismo que yo hago. Pensó el petirrojo mientras saboreaba un pequeño escarabajo. Bueno, realmente sólo hay una cosa que ellos no pueden hacer. Y de repente salió volando, alejándose de aquellos gritos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario